La primera novela de Leydy Loayza comienza con un homicidio entre una acequia y una plaza pública en el campo, yace en el suelo un líder comunal. Esta escena, que parece incrustada en la narrativa contemporánea desde un pasado remoto, exhibe una violenta actualidad porque es el agua la materia del conflicto; y la trama es un caudal que rebasa los cauces. Si hay un trasfondo mortuorio que va de lo social a lo político, también está la vivificante experiencia del amor y la sensualidad de una ciudad a otra; esta es, asimismo, una historia sobre contar historias y el viaje como un enigma personal.