Mientras usted, amable lector, inicia la lectura de la presente obra, puede que una persona padeciendo de cáncer, espere ingresar a través de una fila extenuante a una institución de salud en procura de superar este grave mal o al menos mitigarlo; una dama se encuentre en una camilla a punto de dar a luz a su primer hijo; un anestesiólogo se apreste para acudir al quirófano; un adolescente con síndrome de Down busque ser comprendido por una enfermera; un ciudadano espere la llegada de la ambulancia que lo lleve deprisa a una institución de salud pública o privada, después de sufrir una caída en la escalera de su casa; una abuelita intente tramitar el pago en caja para retirar a su nieto mediante una orden de salida; o tal vez unos deudos recogen los despojos mortales de un ser querido. Cualquier persona puede verse en una o varias de estas situaciones en un momento dado, con la esperanza de que ellas ocurran dentro de una alta dosis de humanismo por quienes, en representación de una institución de salud, los abrigan con actitud de ayuda nacida de su alma.