Es una exégesis que subraya la pertenencia de Octavio Paz a dos mundos: el occidental y el prehispánico. El poeta mexicano, según Fernández, se nutre del romanticismo, simbolismo y surrealismo franceses. Víctor Hugo, Charles Baudelaire y André Breton son referentes fundamentales para comprender cabalmente la poética y ensayística del autor de El laberinto de la soledad, quien también se alimenta de la cosmovisión tanto azteca como maya. Paz practica una poesía intercultural, sobre todo en “Piedra de sol”, porque asimila el componente simbólico de las culturas prehispánicas con el fin de universalizar el aporte de estas últimas.